jueves, 15 de julio de 2010

La versatilidad ha sido uno de sus signos más distintivos
El frenesí del deambular por lo simbólico
Sin máscaras ni medias tintas y despojado de lugares comunes se revela la vida de un hombre vigilante del entorno desde la tribuna de la sensibilidad

David Rodríguez

De su recorrido anónimo por la Universidad Central, aún conserva esa personalidad reservada y poco extensiva que para muchos resulta arrogante. Esa diversidad que lo caracteriza no es apreciable si se ve frente a frente: rapado y de cara limpia, pero implacable en su combinación a tonos neutros: siempre grises, negros, olivas y marrones. Generalmente no hay espacio para el blanco, pero en alguna ocasión se le ha visto deslumbrar con una camiseta de ese color. Eso sí, siempre de manga larga; bien sea de camiseta entera, o al estilo sudadera (por debajo de una franela de mangas cortas).

El adjetivo de implacable es sinónimo de no dar tregua, de severidad o de dureza; pero en este caso la acepción de rigurosidad es la escogida porque -como ya comentamos- a la hora de elegir combinaciones sus pantalones no escapan a esa predilección por colores reservados y anónimos para el lugar común que se predica en la mayoría del desfile: convertirse en una valla humana, de gratis.

Por su cabeza no pasa otra cosa que la imagen y la estética, pero haber aprendido a escribir bien en la carrera de Letras le resultó determinante para poder expresar con la lingüística aquella pasión adquirida en esos años de infancia en La Pastora.
Su abuelo periodista, casi sin querer, le empapó de sensibilidades cuando recorrían juntos el Centro Cultural Gustavo Meire, de la parroquia caraqueña. Nunca olvidará, a pesar de su corta edad, las tardes escuchando tertulias de Arturo Uslar Pietri, o viendo al maestro Jesús Soto por aquellos lares. La literatura y el mundo de las artes plásticas que tanto defendía su abuelo, dejaron en él los frutos que lo alimentarán durante toda la vida.


Aún recuerda con cariño su clases de cine y producción audiovisual, su viaje a Cuba al Festival de Cine de la Habana, y los esfuerzos de una de sus mentoras para que se apegase -sin éxito- a las corrientes socialistas. Pero si realmente hay algo significativo en su vida fue su estancia en el Teatro Teresa Carreño como guía de sala.

Tantas tardes y tantas noches de espectáculos en el teatro que lleva el nombre de la famosa pianista venezolana, le construyó un modo de ser y estar en el mundo corporativo de la cultura y del conocimiento. El ver y observar con tanta frecuencia obras como las del ballet de Barishnikov o las óperas de Pavarotti, entre otras, aunado a todo lenguaje adquirido en su paso por las escuelas de cine y televisión, hizo de él un ser lleno de voluntad inefable, con ganas de abarcar todos los espacios que le producen inquietudes.


Barishnikov

Pavarotti


Y es que esas ganas de abarcar tanto como se desea, solamente pueden no calificarse de quijotescas en un ámbito donde las libertades sean plenas; donde haya espacio para la diversidad. La Universidad Central de Venezuela reunió esas posibilidades del libre albedrío y tuvo el rol de alimentar un espíritu de libertad que se consigue en lugares como París, donde nadie voltea a verte y donde sólo si deseas haces amigos, descartando el rechazo de terceros si en lugar de esa vía se eligen la soledad y el aislamiento como destino.

El confeso amor por su alma mater irónicamente se desconoce si no se ahonda en su personalidad, ello sería un imposible, sobre todo, por la dedicación exclusiva que ofrece a la casa de estudios jesuita en Montalbán.

La Universidad Católica Andrés Bello (UCAB) es su centro de operaciones para la investigación de los fenómenos de la comunicación visual. Allí comparte su estudio profesional con la docencia, y su participación en aulas de clases le genera satisfacciones que superan sus logros individuales.
Llegar a la Bienal de Venecia como curador de la obra de Santiago Pol, lograr diversas publicaciones en revistas especializadas de diseño -dentro y fuera del país-, o el premio de investigación otorgado por la UCAB en 2009, no representan nada comparado con las lágrimas de una alumna conmovida al salir de una presentación de performances, o con la conciencia del discurso simbólico que algunos estudiantes logran desarrollar.

Él es un simple relator, un cronista empeñado -como pocos- en visualizar las respuestas estéticas de la sociedad venezolana frente a lo antagónico de poseer dos países dentro de uno: aquel que vive indigesto del mito simbólico militarista, que carece de patrón cultural, conformado por gente que ha dejado que la vida los lleve de cualquier manera, y el otro país ilustrado que produce simbología de alta calidad, pero que sólo es descifrado por unos pocos que representan absoluta minoría.

¿Puede haber alguien más que considere a su país una invención artificial? La concepción de movilidad y constante cambio es lo que él considera que es la identidad., no nuestros escasos 200 años de historia como República.
La densidad de su reflexión puede resultar una abstracción, pero apoya su doctrina en ese estudio de las representaciones urbanas que tanto caracteriza a las sociedades desgastadas por establishments oficiales. La paradigmática canción de Silvio Rodríguez que reza “viva el harapo señor, viva la mesa sin mantel” representa todo lo que no busca en el arte, que es la innovación y la intención de lograr la excelencia, aún careciendo de ella como concepto académico.

El errar por la ciudad y el deambular por sus entrañas de forma creativa, observando las representaciones y buscando sus significados, es un ejercicio que le ocupa ahora y siempre. La sensación de que la cultura contemporánea es un deambular creativo, cargado de mucha simbología, de muchas necesidades y de deseo, recogen gran parte de su concepción de Caracas: un sitio donde las mujeres quieren verse hermosísimas y los hombres arreglados, porque se consideran a sí mismos seres estéticos y errantes que transforman el espacio.

El arte, la imagen y lo simbólico son algo como frenético para él; y su relación con la ciudad, casi una necesidad. Si pierde ese contacto se volvería loco… así es Humberto Valdivieso, alguien que a pesar de amar a lo estético y a lo plástico está completamente seguro de que lo analógico desapareció hace rato y que ya es una tecnología vencida.

Para él la ciudad se entiende como una trama de relaciones que se reflejan en las marcas que dejan todos los artistas en su recorrido, y está seguro de que esas marcas existe una conciencia de hipervínculo que está relacionada con la forma en como interactuamos con Google.

Mtv trató de hacer Unplugged en los noventa, y en ellos terminó todo el mundo conectado. Entonces eso tenía que haber sido “Intimate” en vez de Unplugged. No te puedes desconectar, no hay forma: es imposible.” Humberto Valdivieso.

Humberto Valdivieso



Por David Rodríguez Gómez

miércoles, 14 de julio de 2010

“Sembrar y multiplicar” ha sido la vida de la primera ministra venezolana

La defensora a ultranza de la familia desarrolló una gran lucha contra el trabajo infantil

La mujer que representó dignamente a América Latina con su cargo en la UNICEF asegura que no “puedes tener conocimiento sino se transmite y se discute”

Un salón de clases fue el ambiente donde, tras volverse cenizas varios cigarrillos, pudimos conocer como define ella misma lo que ha sido la vida de Mercedes Pulido de Briceño. Quien es considerada una digna representante de la mujer venezolana, por muchísimos años ha tenido “la educación como el medio de transformación y el medio de retroalimentarse también” según sus propias palabras.

A una mujer tan conversadora, que definen por ahí como una andina de “interrogantes avasallantes”, no le hicieron faltas muchas preguntas para ofrecer a grandes rasgos lo que ha sido su vida, su experiencia como la primera mujer que ocupó un ministerio en el país, lo que fue su pasó por la UNICEF y lo que ha sido su trayectoria en las aulas universitarias, entre otras cosas.

La dos veces ministra durante la denominada Cuarta República nos comentó ser de tendencia muy observadora y “muy comparadora de las cosas, yo comparo las cosas, no acepto las posiciones únicas”.

Una mujer con tanto conocimiento sigue aprendiendo en las aulas de clases

Cuando se le preguntó lo que ha sido su proyecto de vida, sin duda alguna aseguró la docente que “en el fondo el proyecto de vida de uno ha resultado ser un proyecto de tipo luchador pedagógico”, reconociendo que esa retroalimentación que ha conseguido en las aulas de clases le ha permitido “adaptarse y entender los cambios que están sucediendo”.

A la interrogante que la misma Mercedes Pulido se plantea en el recorrido del encuentro: “¿si tu me preguntas que es una vida?”, se responde “yo si creo que ha sido sembrar y multiplicar”, haciendo referencia a su vida misma.

Semillas transformadoras
Cuando le pedimos a la ex senadora que nos contará lo que ella ha recogido después de ser formadora de tantas generaciones expresó “yo pienso que por las manos de uno han pasado más de 1000 alumnos, que de ellos 50 hayan hecho algo, que estén en afirmaciones de sus propios proyectos de vida y uno ayudó a eso, eso es un logro”.

También aprovechó la interrogante para con cierta añoranza asegurar que “soñábamos que estábamos ya construyendo un país y estamos encontrando con que mucho de lo que se había hecho viene para atrás”, pero según la ex ministra, no todo desaparece porque hay semillas que transforman, e impiden que todo desaparezca, haciendo referencia a quienes ocuparon pupitres de las aulas que ha dirigido.

Una gran luchadora por la figura de la mujer y la familia
Dejando de lado la nostalgia, nos sumergimos en los recuerdos una mujer emblemática, que además de haber sido la primera representante del género en formar parte del gabinete presidencial en Venezuela, fue la propulsora de una reforma al Código Civil venezolano, dónde cambiaban en grandes proporciones el papel de la mujer y los hijos nacidos fuera del matrimonio.

Inmediatamente se le vino a la memoria lo que se hizo, lo que ella denomina “realmente una reforma en el código civil”. Según la reformistas lo que se hizo fue “una mesa de tres patas” representadas por “los valores de la familia”, “la representación de las universidades” y “las estructuras del poder político”, donde se incluye Pulido.

Pulido continúa diciendo que una de las cosas interesantes que ocurrieron en ese primer ministerio de la mujer fue esa reforma, con la que se “transformaba en función de un proceso democrático” la autoridad de la familia que “iba a ser compartida entre hombre y mujer, no solamente en el manejo de los hijos, sino del patrimonio familiar”.

Al preguntársele que es lo trascendente de su pasó por el gabinete como representantes de las féminas, expresó “yo creo que lo más importante, y lo digo con toda claridad, si nosotros no hubiésemos hecho la igualdad de filiación, es decir, que los hijos son todos iguales ante la ley, en una situación económica como la que tenemos actualmente, hubiera habido unas retaliaciones espantosas”.

Su inquietud en la UNICEF por el trabajo infantil
La profesora de la UCAB y la Simón Bolívar nos contó que lo más duro que les tocó enfrentar durante su actividad en la subsecretaria del Fondo de Naciones Unidas para la Infancia, UNICEF, fue el problema del trabajo infantil. Para la psicóloga el hecho de que “en muchas de nuestras sociedades” los jóvenes trabajan para mantener a la familia y elevar la sobrevivencia, se traduce, según ella, como “pan hoy y hambre mañana” y lo más dramático de la situación es que no solo trabajan en el campo agrícola o minero, también lo hacen en la prostitución.

Otra labor que considera, la gran defensora de la familia, de importancia de las que participó en la UNICEF es el estimulo de la “educación paralela” en la búsqueda por reinsertar al adoslecente a la formación, a esos jóvenes que considera Pulido como autónomos, y en peligro de caer en las drogas, por la capacidad que tienen de moverse y el objeto de consumo que representan. Al reintegrar a la juventud a la educación se aleja a los mismos de los vicios, dejó entrever la profesora universitaria.

A quien tanto ha convivido con jóvenes y que formó parte del país que aquellos jóvenes del 28 hicieron entre las décadas de 1960 y 1990, se le pidió que comentara las diferencias que ve entre esas generaciones pasadas y los jóvenes que luchan ahora, expresando la dirigente política que “nosotros éramos una generación que creíamos y construimos un cambio con recursos muy escasos y estructuras muy jerárquicas, hoy en día tienes una juventud que irrespeta las normas”, sin detenerse a pensar en la corresponsabilidad que implica crear instituciones que tengan capacidad de disminuir las diferencias.

El lado crítico de Mercedes Pulido
Por el hecho de haber dejado muy bien la figura de la mujer venezolana con su actuación en distintos cargos e instituciones, se le pidió su opinión acerca de las mujeres que dirigen los poderes públicos, los cuales han subordinado al Poder Ejecutivo, obteniéndose como respuesta a dicha interrogante que “no es problema de mujer, no es un problema de géneros”, según Pulido el problema es que “no son autónomas”.

La ex ministra de la Familia afirma que estas mujeres “saben perfectamente que quienes no se someten las marginan”, y reconoce que “en el caso nuestro si hubo un elemento de autonomía”, dando como ejemplo de ello discusiones de géneros como fueron la lucha por la protección de la maternidad e introducir en los contratos colectivos la igualdad de salarios.

Ya entrando un poco en tema de actualidad nacional, no podía dejarse pasar la oportunidad para preguntársele, a quien ha sido una referencia de consulta obligada en los últimos tiempos, sobre la situación actual del país, respondiendo a ello que “estamos en una situación muy crítica”. “Yo veo al país muy confrontacional, y veo un país que necesita inspiración con gobernantes, potencialmente eficaces, como considero yo que pueden haber otras alternativas y que se puede convivir con las diferencias”, aseguró la profesora Pulido.

Quien resulta ser una opositora al gobierno de turno en el país, considera “que le hemos dado demasiado poder a Chávez, creemos que Chávez es infalible y no, no es infalible, depende mucho del poder que tu le des”, al tiempo que asegura que ha llegado a donde está por “subestimarlo y sobreestimarlo, porque al sobrestimarlo, tú te minimizas”.

El tema de moda: las parlamentarias de septiembre
Al ser consultada la profesora Mercedes sobre lo que espera para el 26 de septiembre día de las elecciones de diputados a la Asamblea Nacional, aseguró de inmediato “yo creo que llegamos”. Según Pulido “tenemos que pelear los espacios porque el fraude es una posibilidad real”, y aseveró que tendremos que aceptar “que estamos en un periodo de transición y reacomodo por mucho de lo que ha sucedido en estos 10 años, pero dándole una visión a futuro”.

Ya para terminar la entrevista se le pidió a Mercedes Pulido, que despidiera con unas palabras suyas, un mensaje que pudiera brindar al país. El mensaje fue que “tenemos que construir democracia, que no es fácil” y dejó claro que aspira que las generaciones que la siguen, “sigan construyendo”.
Ya han pasado 12 años desde el accidente de Juan Carlos

COMO SI FUÉRAMOS UNO SOLO

Andrea Fernández

Su vida transcurría entre la universidad y los amigos, hasta que un 27 de junio de 1998 todo cambió. Su mamá ha sido su mayor apoyo pero también una gran amiga que lo ha acompañado en cada paso a tomar, en cada camino y en todas las travesías que le ha tocado cumplir. Estos dos soportes son los que le han ayudado a seguir adelante y hasta tener un hijo

Yo no sabía que iba a estar con él hasta que lo vi. Tampoco sabía que él era el indicado. No conocía nada sobre su pasado, ni quién era, que hacía o por qué estaba así. De lo que sí estaba segura era de que iba a pasar con él el resto de mis días y que lo iba a acompañar tanto en las buenas como en las malas, tanto en el día como en la noche.

Mis primeros momentos a su lado en 1998 no fueron fáciles de manejar. Todavía quedaban en su cuerpo restos de tristeza, rencor y negación. Sus piernas eran pesadas y su mirada fría. La única que sabía cómo llevarlo era su mamá, Lidia, mientras, yo veía y aprendía. Al principio me rechazó, me ignoró pero yo siempre estuve ahí, a sus pies, cuando lo necesitaba. En este punto de esta relación que apenas comenzaba, me tocó esperar a que él me aceptara.

Se me hizo difícil entender qué le había pasado. Su silencio interminable no me dejaba adivinarlo y las lágrimas de su madre tampoco. Fue en medio de una sesión con la psicóloga y otra con la psiquiatra, cuando comprendí que a Juan Carlos lo había golpeado de la vida.


Ese 27 de junio, como todos los sábados, Lidia preparó sus maletas para escapar con destino a Camurí, estado Vargas, sitio donde Juan Carlos y ella tienen un modesto apartamento en el que construyen sueños, liberan tensiones y respiran felicidad. Juan había salido la noche anterior con sus amigos, su cabeza le pedía una almohada y el resto de su cuerpo, descanso. Como pudo, tras los insistentes llamados de su madre, se levantó, se duchó, vistió y la acompañó al metro más cercano, Propatria, estación que cierra la línea uno del subterráneo en la parte oeste de la ciudad de Caracas.

Allí la dejó para que ella se trasladara hasta otra estación en la que, al salir, tomaría un transporte público que la llevara hasta el pequeño paraíso. Mientras tanto, “Juanca” aprovecharía de estar en plena luz del día para hacer los acostumbrados ejercicios de la mañana.

Así, se dispuso a estirar músculo por músculo en una calle con pequeños bultos de asfalto con rayas amarillas que le advierten a los conductores que deben reducir la velocidad. Después de cumplir con su rutina de estiramiento vino la decisión: cruzar el pequeño corredor vial. Como si fuese una escena en cámara lenta, Juan dio varias zancadas y sólo le dio tiempo de escuchar un estruendo que venía a toda velocidad desde la esquina. Segundos más tarde, iba por los aires, sin entender qué pasaba, mientras que el conductor de la grúa que lo había expulsado como bala veía como este joven de 22 años estrellaba su cabeza contra el pavimento seco.

En ese instante el mundo se detuvo. Su cabeza golpeó el asfalto, la sangre se esparció por todo el lugar y él abrió los ojos sin entender que no se podía mover, que sólo gesticulaba algunas palabras, las cuales fueron diluyéndose en su garganta con el paso de los minutos.

El conductor, consumido por el miedo y la irresponsabilidad, levantó el cuerpo herido de Juan y lo lanzó, como un saco de alimentos, adentro de la grúa, olvidándose de aplicar los primeros auxilios típicos de este tipo de situaciones, en las que no se puede mover a la víctima y en las que tomar los signos vitales hasta que los bomberos o una ambulancia lleguen pueden marcar la diferencia.

Aunque la lógica humana dicte que a los heridos se les traslade a un hospital, el hombre responsable del accidente comenzó a pasearlo por la ciudad —quién sabe si con la intención de dejarlo en cualquier terreno baldío para que esperara a su muerte—, mientras Juan trataba de mantenerse despierto y luchaba por su vida. El lugar de llegada de este agónico viaje fue El Junquito, una de las 22 parroquias del Municipio Libertador de Caracas y una de las 32 que hacen vida en la capital de Venezuela.

Allí, en un estacionamiento, quedó tendido hasta que personas de la zona, nombrada así por la planta junco, quisieron ayudarlo y encontraron a un taxista que lo trasladó hasta el Hospital Ricardo Baquero González, mejor conocido como el Periférico de Catia, en el que por la escases de insumos Lidia se vio obligada a trasladar a Juan a la Clínica Vista Alegre, una vez que ella llegó de La Guaira con una noticia tan negativa a cuestas.

Un quirófano fue la tercera parada de Juan Carlos después del accidente. Un cuarto sobrio con el aire impregnado a anestesia, personas enmascaradas y cubiertas completamente como al mejor estilo de una película de ficción, y un frío que congelaba los huesos fue donde los doctores le ayudaron a corregir la postura del cuello de este joven, que había sufrido una lesión en la parte cervical de la columna.


Yo no podía aceptar lo que estaba escuchando. Ahí entendí por qué había llegado a su vida. En este momento vi el propósito de nuestra estadía por casi un año en el Hospital Pérez Carreño, ubicado en el sector La Yaguara y considerado uno de los mejores centros de rehabilitación de la ciudad. A mí no me importó nada, sólo quería acompañarlo todos los días, cuidarlo, darle algo estable, seguridad y así ha sido hasta el día hoy, cuando ya han pasado 12 años de tan terrible suceso.

He visto cómo ha mejorado con su rehabilitación y cómo pasó de no mover ni los brazos a trabajar un tiempo en una compañía de telefonía móvil y después en la Alcaldía de Chacao. He estado en esos momentos más duros, en los que tanto Juan Carlos como su mamá han llorado por las adversidades pero también he visto cómo celebran las hasta lo más sencillo de la vida.


Estar todo el tiempo con él ha sido algo sin precedentes. Nunca se me olvidará cuando llegamos a su nuevo hogar y la resistencia que tenía a los cambios, o las tardes de ajedrez con el abogado que iba a la casa de paredes verdes manzanas a tratar de distraer a Juan Carlos y ayudarlo con la motricidad de sus manos. O quizás las tardes de rehabilitación, en las que con esfuerzo, fue superando cada obstáculo y ha sido capaz de regenerar parte de su masa muscular.

Pareciera que fue ayer cuando Juan Carlos pudo manejar su carro y yo estuve ahí, o cuando nos fuimos por un mes, completamente solos, a Miami, Florida, en Estados Unidos para que él pudiera participar en el programa de células madres en el Hospital Jackson Memorial de esta ciudad, donde se intenta comprobar si los efectos reparadores que se han registrado al injertar células madre en tejidos dañados de animales de laboratorio son reproducibles en seres humanos.

Después llegaron los trabajos, los éxitos, el reingreso a la universidad y hasta su hijo. Y a pesar de que ha tenido que superar el infarto cerebral de su mamá y una operación que la mantuvo alejado de él por varios meses, no ha decaído. Es mi modelo, es mi guía y mi ejemplo. Me alegra ser su apoyo, sus piernas cuando más lo necesita. Sí, me alegra porque yo soy su silla de ruedas.

martes, 13 de julio de 2010

Lidia Rodríguez: una luchadora con sonrisa de oro


Su hijo, Juan Carlos, de 33 años ha sido su inspiración


Lidia Rodríguez: una luchadora con sonrisa de oro

Andrea Fernández
 Mientras esperaba frente a la puerta del pequeño apartamento ubicado en el piso 6, pensaba que iba a encontrar una casa consumida en el desorden y la oscuridad, con dos personas a las que la tristeza había vencido: una madre de familia desgastada y con el corazón roto, y un hijo que luchaba por sobrevivir. Sólo cuando se abrió la puerta, pude entender que la actitud esa mujer trabajadora y sonriente ha sido fundamental para aceptar como bendiciones todo lo que la vida le ha dado.

Paredes verdes manzana con cenefas blancas y cuadros de marcos dorados, muebles acolchados y una gran mesa redonda al entrar invitan a introducirse en un mundo donde la esperanza y el espíritu de lucha se respiraban en cada rincón del hogar.

Sus pecas y su pequeña estatura se movían con sutileza y agilidad, su risa inundaba el ambiente y dos manos marcadas por los años abrazaban a lo único por lo que ha trabajado durante los últimos 33 años: su hijo. Lidia, se llama. Su nombre, de origen griego, significa la que proviene de Asia Menor, y sus características se ajustan a lo que ella es en la realidad: responsable, de buen carácter, buena amiga y feliz. Lidia, para muchos, será una mujer más, pero para su hijo es su mundo y para otros, un ejemplo de vida.

“Sufrí mucho cuando quedé embarazada”

Nacida en Santa Marta, Colombia, el 1 de marzo de 1957, Lidia Esther Rodríguez se residenció definitivamente en Venezuela luego de obtener el título de bachiller en un liceo colombiano (1974). Su adaptación a otro país no fue traumática, ya que sus constantes viajes a tierras venezolanas, donde su mamá trabajaba mientras ella vivía con su abuela en la capital del departamento de Magdalena, permitieron que instalarse en Venezuela no fuese cosa extraña. En Colombia no quedó nada. Con un núcleo familiar tan reducido, sólo su abuela y ella tuvieron que hacer maletas para iniciar una nueva etapa.



Pero así como llegó a Venezuela, llegaron los cambios. Como cualquier adolescente, conoció a un joven, pudo más el amor y quedó embarazada. Aunque se piense que aquí comenzaron las alegrías, ella relata todo lo contrario:

“Cuando llegué acá iba a comenzar a estudiar pero me pasó algo… Metí la pata con el papa de Juan Carlos (su hijo). No me fue bien”, comentó entre risas, tomando un café negro con su mano derecha en el lado opuesto al que yo estaba sentada en la mesa redonda de madera. “Estuve esperando que el papá de él se arreglara, pero nunca se arregló, todavía sigue echado a perder. —continuó explicando entre carcajadas y cerrando los ojos suficiente para que notara su picardía—Yo estuve esperando, dejé de estudiar y me quedé con el título de bachiller nada más”.

En este punto, Lidia bajó la cabeza, pero sin dejar de reírse, y admitió que tuvo que, por obligación, dejar a su abuela y separarse de su madre.  No sólo tuvo que lidiar con el hecho de gestar una vida en su vientre, sino también con que ya no tendría a su familia natural.

“En aquel entonces mi mamá fue brusca, me botó de la casa—prosiguió con el buen humor a pesar del dolor del recuerdo que se le reflejó en sus ojos—. Fue duro y yo sufrí mucho cuando quedé embaraza de Juan Carlos”.

Cuando terminó de pronunciar esas últimas palabras, pensé a quién podría recurrir esta joven, que a los 20 años tuvo que asumir la responsabilidad de traer a un ser humano a este mundo. Sin pensarlo, le pregunté y me contó, nuevamente con una sonrisa, que vivió con su suegra y con su cuñada en Catia hasta que en 1999 decide independizarse, ya cuando su vida había dado otro giro más.

“Las cosas allá no eran dulces, ni color de rosas. Allá había un poco de envidia, de malestar”, relató.

Aunque no todo fue malo: “Una vez que nació Juan Carlos las cosas mejoraron por el hecho de que ella (su mamá) iba a ser abuela pero igual me quedé viviendo en casa de mi suegra. En cambio con mi abuelita fue distinto siempre”.

“Cuando se murió mi abuela yo sufrí mucho”

Los años fueron pasando, Juan Carlos fue creciendo, Lidia siguió trabajando. Como se iban presentando los retos, los iba asumiendo. Ella tuvo que sobreponerse a la pérdida de su abuela que, según narró con lágrimas en los ojos, ha sido la persona más importante de su vida después de “Juanca”.

“Te parecerá cómico que no diga mi mamá. El día en que se murió mi abuela yo sufrí mucho, fue un golpe duro, porque ella fue la que me crió. Cuando mi abuela estaba enferma y yo llegaba, todo el mundo decía que ella se curaba de inmediato”, y así concluyó el tema, dirigiendo la mirada hacia el cielo en señal de que estaba recordando todo lo bueno que ella le dio.

“La vida me dio un cambio de 360 grados”

El 27 de junio de 1998,  la vida de Lidia y de su hijo cambió radicalmente.   A pesar que para el resto del mundo sea sólo un día y para los periodistas su fecha de celebración, para ellos  significaría grandes obstáculos que superar.
A las 8 am de ese sábado, Lidia le pidió a Juan Carlos que la acompañara hasta el metro de Propatria para que ella pudiera irse hasta Camurí (La Guaira), sitio donde eran “felices” y tenían un pequeño apartamento que poco a poco fue condicionando: “Pasar el fin de semana allá era lo que me hacía ser feliz el resto de la semana”, comentó en un inciso explicando que así era la única manera de escapar de la casa de su suegra.

Después de que Lidia se montó en el subterráneo, su hijo fue impactado por una grúa y llevado por el mismo conductor a un estacionamiento en El Junquito, hasta que después de varias horas fue trasladado hasta el Hospital Periférico de Catia, recinto de atención médica en el que ella encontró a “Juanca” cubierto con hojas, y no con sábanas, porque no había insumos.


Como pudo, y aferrándose a las fuerzas que probablemente no tenía, resolvió la situación y consiguió que los bomberos buscaran a su hijo y lo llevaran a la Clínica Vista Alegre, donde fue operado para corregir la postura del cuello. Hasta ese momento, nadie se le había acercado para darle otra noticia que cambió definitivamente el curso de de sus vidas: Juan Carlos no caminaría nunca más.

“Yo tenía la esperanza de que iba a caminar pero el médico en ningún momento me dijo lo contrario. Parece que lo sabía todo el mundo menos yo. Yo tenía la esperanza pero pasaban y pasaban los días, hasta que una persona me dijo: Le escuché un comentario a una enfermera que él no va a caminar”. Así compartió conmigo ese recuerdo mientras que volvían a nublarse sus ojos con lágrimas.

Después de esto siguieron largos procesos de rehabilitación (lo tuvo que dejar hospitalizado un año en el Hospital Pérez Carreño), lucha constante para que “Juanca” evolucionara, dos trabajos, terapistas, entre otras cosas.
“La vida me dio un cambio de 360 grados. No te quiero ni contar cómo me ponía cuando lo tenía que dejar en el Pérez Carreño”, recordó con voz entrecortada.

Juan no fue el único afectado. Dos años después del accidente, Lidia  tuvo que poner un alto a tanto estrés. Otra vez apareció la sonrisa en su cara y como si se tratara una simple gripe, soltó la bomba: “Me dio un infarto cerebral.

El médico me dijo que tenía exceso de trabajo. —Para ese entonces, Lidia ya tenía un cargo en Ipostel y trabajaba en el colegio Academia Merici, institución en la que todavía permanece después de 21 años de laboresYo pasaba coleto de madrugada. Entonces el médico me dijo que tenía que decidir entre los dos trabajos”. Y decidió quedarse con el colegio, donde ha conseguido buenas compañeras de trabajo que la han ayudado en los momentos más difíciles.

Continuó diciendo que a pesar de su condición de salud, a ella “no le pasó nada”. “Después me sentí bien, como si nada me hubiese pasado. Yo seguí con mi vida, no me podía parar”, relató.

 “El logro de nuestras vidas fue independizarnos”

Para el momento de su accidente cerebro vascular, Lidia y Juan Carlos se habían marchado de la que por 21 años fue su casa. “Nosotros nos independizamos después del accidente. Yo me sentí tan mal cuando Juan Carlos tuvo el accidente que yo pensé que de un momento a otro me iba a morir porque el sufrimiento que tenía era tan grande, pero a la vez me llené de fuerzas y yo compré este apartamento. Yo moví cielo y tierra para mudarme para algo propio. Eso lo hice calladito”, narró llenándose de orgullo, inflando el pecho y dibujando una amplia sonrisa en su rostro con pecas.

“El hecho de tener una casa propia hizo que Juan Carlos tuviera un cambio, que yo no te puedo contar. Juan Carlos no quería nada y cuando nos mudamos para acá fue un cambio para los dos pero sobre todo en el caso de él, el cambio fue…” y lo abrazó sin terminar la frase.

 “He tenido una vida exitosa”

Así como llegó la oportunidad de que Lidia se comprara un apartamento, Juan Carlos se ganó una camioneta con un ticket de lotería. Después tuvo la oportunidad de ir a Estados Unidos para participar en el programa de células madres del Hospital Jackson Memorial de Miami. Al regresar, consiguió trabajo en una compañía telefónica; y, actualmente, trabaja en la Alcaldía de Chacao.

Lidia sostiene que esto ha sido fruto de su actitud positiva ante la vida y el humor con el que han enfrentado las cosas.

“El humor nos ha ayudado. Una cosa grande que nosotros tenemos es que celebramos todas las cosas, hasta las cosas que son insignificantes para otros pero que son importantes para nosotros. De todas las cosas de la vida yo hago una fiesta. Hay gente que para sentirse bien necesita tantas cosas y nosotros nos acostumbramos a celebrarlo todo, hasta los pequeños detalles”, comentó para concluir la conversación.

La historia tiene más aristas: una operación, una hospitalización, un nieto y alegrías en su lugar trabajo, pero esos momentos son los que han hecho posible que Lidia sonría y considere que su vida ha sido exitosa.

El apartamento verde seguirá estando, los cuadros de marcos dorados también. Juan Carlos seguirá trabajando, mientras que Lidia continuará haciendo su mayor esfuerzo para sonreír en cada instante.

Encuesta

Caracas: la urbe más violenta de Latinoamérica y la tercera más insegura del mundo
Cuando el hampa y los homicidios reinan
Aunque el gobierno dice aplicar planes para combatir la inseguridad caraqueña, no ha mostrado informes con cifras globales que demuestren los resultados. Sin embargo para los venezolanos la inseguridad resulta ser un tema preocupante

Daniela De Freitas  

Los fines de semana se registran cada vez más casos de muertes violentas en Caracas. La cifra de occisos entre viernes y domingos en la morgue de Bello Monte es tal, que sobrevivir en la ciudad sin ser víctima del hampa o de un asesinato es todo un reto.

Actualmente se contabilizan hasta 60 fallecidos un fin de semana. Los hospitales muestran su miseria a su máxima expresión, las funerarias lucen abarrotadas y en la morgue de Bello Monte solo queda el llanto y la desolación.

No es para menos. Según cifras extraoficiales, en Venezuela existen siete millones de armas en las calles, de las cuales sólo 50 mil están registradas. Además Caracas resulta ser la ciudad más violenta del Latinoamérica y la tercera con más homicidios en el mundo, según estudios realizados por la revista norteamericana Foreign Policy en el 2008, y que dos años más tarde se mantiene vigente.

Sin embargo, desde Miraflores han implementado planes para combatir el hampa y la inseguridad, como Caracas Segura y Ruta Segura, pero los resultados no han sido los esperados, pues en 2009 hubo un promedio de 100 homicidios por cada 100 mil habitantes según el Observatorio Nacional de Violencia.

Pero con todo esto a cuestas, ¿Qué medidas considera usted que debe implementar el gobierno para disminuir el índice de inseguridad en Caracas?

“Al gobierno le interesa poco el tema de la seguridad. Basta con escuchar las declaraciones de la Defensora del Pueblo, Gabriela Ramírez, al decir que todo se trata de una sensación. Sería interesante saber si ellos se atreven a salir sin escoltas, montarse en el Metro y caminar por el centro de Caracas después de las 9:00 de la noche. Tendrán que sacar al ejército a la calle”, dijo Carmelo Contreras, abogado.

Con el ciudadano de 42 años concuerda Jaime Bustamante, quien se encuentra desempleado. Considera que los caraqueños se han tenido que acostumbrar a vivir con miedo. “Uno no puede salir tranquilo ni para ir a la panadería. En cualquier esquina te pueden echar un susto y lo peor es que a veces las mismas autoridades son ladrones. Estamos en una sociedad corrupta”.

En cambio, para Victoria Prieto la situación es diferente. “Todo esto es culpa de los medios de comunicación como Globovisión, porque enferman a la gente. Tienen que sancionarlos. Eso es todo. En este país nunca los pobres habíamos sido tan bien atendidos. Si hay algunos robos, pero el gobierno ha demostrado que trabaje en eso”.

Un poco más moderada es Valentina Trujillo. “Todo ha sido un fracaso. Debería existir una planificación integral entre el Ministerio de Interior y Justicia y la Alcaldía Mayor de cada municipio. Unificar las policías. Que sean profesionales. Antes estas cosas no se veían como ahora”, añadió el ama de casa de 65 años.

Sea como sea, el problema de la inseguridad toca hasta el más desinteresado en el tema. No se trata de ideologías políticas, ni de gobierno u oposición; pues todos por igual piden soluciones al tema de la inseguridad. Hechos y no palabras, que las autoridades no se queden en promesas electorales y discursos políticos.

miércoles, 7 de julio de 2010

“Sólo en La Estancia encontrarás…”

Alí Agüero, arreglista, compositor y cuatrista.
“Sólo en La Estancia encontrarás…”

*** “El maestro compone, arregla canciones, recibe llamadas de sus colegas músicos y espera pacientemente una nueva aventura musical”.

Merxy Olivo.



Solía tener un rincón que huele a discos viejos, con un piano casi añejo también, una pequeña TV que a diario está en el canal meridiano de deportes e insisto en la gran pila de discos de acetato, CDS, libros y hojas de música. Confieso que ese rincón, en secreto, invita a que uno quiera adueñarse de él, a ver si en algún momento sus paredes cantan todas las canciones en el haber de un compositor . Ahora desde su casa el maestro arregla, compone, recibe llamadas de sus colegas músicos y espera pacientemente una nueva aventura musical.

El niño Alí Agüero

-¿Qué recuerda de aquella niñez con su familia?

-Nací el 21 de enero de 1943 en Maripérez, Caracas. Recuerdo que el trato con mi familia fue muy bueno, soy el penúltimo de siete hermanos; fui un niño corriente con las tremenduras habituales, las cuales no hacía mucho porque mi mamá era muy fuerte de carácter, no me dejaba reunirme con los muchachos del barrio, porque eran “los malandros”; tenía que escoger a los amigos, para jugar aquellos juegos que ya casi desaparecieron: metra, trompo y perinola.

-¿En qué momento descubre que tiene talento para la música?

-Cuando niño tocaba unas maracas inmensas que estaban en mi casa, ahí siempre escuchaban música bailable, ni siquiera música nuestra sino música del Caribe, entonces yo agarraba las maracas y las movía.

Se puede decir que mi comienzo en la música fue cuando muchacho al tomar clases de cuatro en una materia extra cátedra, sin pensar si quiera que esa iba a ser mi profesión; al poco tiempo fui el líder de los cuatristas, yo tocaba la melodía y el resto la acompañaba.

En el Amor ¿demasiado tímido?

-¿Cómo fue su adolescencia?

- Era demasiado tímido, el cuatro me ayudó un poquito a bajar la timidez, que todavía tengo. En el liceo cuando yo iba por un pasillo y venían las muchachas, yo me pasaba para otro pasillo, la verdad soy tan tímido que por eso no cantaba. Recuerdo que me gustaba la vecina mía, yo llegaba del liceo a tocar cuatro ahí en la división de la casa, sin dar a entender que era para ella, yo tocaba, no le decía nada y ella tampoco, ¡éramos de 12 años imagínate tú!

Mi primera novia formal la tuve en el liceo, con quién me casé luego y tuve 2 hijos.

-Empezó a estudiar Psicología en la Universidad Central de Venezuela ¿qué pasó?

-Empezando Psicología se creó un grupo de aguinaldos dirigido por un amigo que me había dado clase de arpa en una academia; con este amigo hicimos un grupo de aguinaldo con puros estudiantes de Psicología; una compañera del grupo me invitó a formar parte del orfeón universitario y yo le dije- “pero yo no sé cantar, lo que hago es tocar”- luego decidí ingresar al orfeón y fue mi primer encuentro con la voz.

El mismo amigo que dirigía el grupo de aguinaldos conocía a los muchachos del cuarteto “Los Cuatro”, un cuarteto que yo veía por televisión en los programas musicales de Radio Caracas Televisión; entonces me dijo que uno de ellos se había graduado de ingeniero, se fue a trabajar al interior y estaban buscando uno que sustituyera esa voz, dije lo de siempre: -“mira yo canto es en el orfeón, yo no canto”- me llevó a donde estos amigos, me hicieron la prueba y quedé en el cuarteto, eso fue en 1962 y de ahí vino el contacto con el pianista, compositor y creador de la Onda Nueva, Aldemaro Romero, porque ellos ya trabajaban con él.

La música, pero en serio.

-¿Cuál fue la primera experiencia musical significativa?

-Haber grabado con el cuarteto “Los Cuatro” que de hecho fue un comercial, una cuña de una leche que se llamaba “Twin top” en 1964. Luego hicimos conciertos en el hotel Humboldt y en televisión cuando comenzó el canal 8, Aldemaro tuvo un programa los domingos que se llamaba “Venezuela Canta y Baila” y buscó al Cuarteto para doblar unos temas que había grabado en el exterior. De ahí, di mi primer paso en serio, en la música popular.

-En el año 1969, forma parte como cantante y cuatrista del grupo ONDA NUEVA, agrupación de gran proyección internacional en cuanto a música venezolana se refiere, ¿qué fue para usted esa participación?

-El programa de Aldemaro en el canal 8 había terminado y me causó mucha sorpresa que me llamara para buscar dos voces, una femenina y una masculina, para así formar parte de una idea que él iba a producir, “La Onda Nueva”. Comenzamos a ensayar en 1968 e hicimos la primera grabación al año siguiente. Hoy siento gran emoción haber intervenido; en ese momento no sabíamos que eso iba hacer historia en la música venezolana, sólo cantábamos lo que Aldemaro nos decía, incluso en los tres festivales que se hicieron de Onda Nueva, vino una cantidad de artistas famosísimos; al finalizar los conciertos, se iban celebrar y yo me iba para mi casa, ahora me arrepiento de no haber estado más cerca de toda esa gente, fue una oportunidad única.

Sólo una vez, me fui a ensayar a la casa de Aldemaro, no había llegado nadie, me abrió la puerta y me dijo:-“mira no hay ensayo”- “¡entonces me voy!” – luego me dijo:”-“no chico, si quieres quédate que hice unos espaguetis y ahí está Tito Puente, come con nosotros”- entonces imagínate, no comí, me quedé hablando y oyendo todo lo que decían.

-Su mayor aporte musical ha sido a través de comerciales publicitarios. Es muy difícil no recordar la canción del Restaurant “La Estancia” ubicado en Caracas, ¿Cómo fue trabajar en esa rama?

-Comencé en la publicidad tocando y cantando las canciones de otros productores; infinidad de productos, todos los cigarrillos, Belmont, Astor, producciones de 7 cuñas de 30 segundos al mismo tiempo, en cine, radio y televisión.

Lo que pasó con “La Estancia” fue que yo produje e hice la música, la letra es de Graterolacho y tuvo gran aceptación, hasta hace poco me llamaron para renovar la canción que aún sigue en la televisión.

Hay otro comercial a ver si te acuerdas: “Freees, Frees, Fressscolita me gusta fres fres…” la grabamos con mis tres hijos, cada uno cantó cuando tenía 8 años, duró su tiempito en el aire, eran dibujos animados llamados “los frescolocos”.

-Ha sido arreglista y compositor para varios artistas venezolanos, uno de ellos fue Alí Primera, además un buen amigo para usted, ¿qué recuerda de ese tiempo?

- La primera pieza que me dio a conocer como compositor fue “El diario de un niño” que hice para mi hijo Kodiak, él tenía como tres años y me dijo- “¡yo quiero cantar vale!

Después le hice unos arreglos a María Teresa Chacín, y Gloria Martí, quién era muy amiga de Alí Primera, él le pidió a Gloria una recomendación y ahí comenzó mi unión con Alí.

Participé con él en siete discos; nos hacían chistes porque éramos los tocayos, una vez íbamos en el carro, estábamos en una cola hacia Prados del Este, yo iba manejando y él iba a mi lado, entonces me dice (riendo)- en el carro que viene aquí al lado hay una muchacha que dice: “mira ahí va Ali Agüero” y la otra le dice: “no es Alí Agüero, es Alí Primera”, al parecer una me veía a mí y la otra lo veía a él y cada una tenía razón, estábamos gozando un puyero.

Un día lo invité al Boxeo porque le gustaba mucho pero lo eché a perder; íbamos con un grupo de amigos músicos para sentarnos en primera fila y el siempre que iba se sentaba en las últimas gradas con su gente, cuando se sentó con nosotros, la gente empezó a decirle “Alí te están cambiando, nos abandonaste, ahora estás con los ricos” yo le dije -¡cónchale disculpa vale!- luego me respondió “no le pares panita” -(porque él le decía panita a todo el mundo y a mí tocayo)

Otra faceta que no conocemos

El maestro Alí Agüero le encanta ver televisión, siempre que se le visita está la tv encendida; amante del deporte en general, confiesa que queda cansadísimo pero de verlo en donde sea.

A la mayoría le sorprende creer que él sea la voz de la canción del comercial “La Estancia Restaurante”, la cual le pedí (como un fans abnegado) me cantara y asegurar que efectivamente esa era la voz.

-Como compositor participó en varios Festivales Nacionales de música venezolana, e internacionales como la OTI y Viña del Mar, festivales importantes en Latinoamérica. ¿Cómo fue esa experiencia?

-En Venezuela fue el Festival del Niño en 1970, que se hacía aquí en Caracas; participamos con Onda Nueva y la canción “El Catire” que llegó de último; de todas las canciones que participaron en ese festival, la única que se conoce y que se ha grabado en el exterior es “El Catire”.

En Viña del Mar participé dos veces como compositor en el año 70 y en el 72; recuerdo que estaba en el ensayo y el representante de Brasil me dice- ¿cómo ve su obra? –“No la veo en ningún lugar, ya he oído 5 canciones y son buenísimas”- Luego el de Brasil me regaló una partitura de su obra, que llegó en segundo lugar, al tiempo se la escuché a Frank Sinatra.

La OTI fue en 1995 con una canción de Simón Díaz.

-¿Qué haces actualmente?

-Me mantengo en una agrupación que se llama “Los Cuñao´s” de los cuales sus integrantes fueron y son cantantes de cuñas, somos 8 entre hombres y mujeres, cantamos arreglos de Onda Nueva.

Tengo un programa de radio que se llama “La Matica” dedicado a entrevistas de artistas nuestros, de lunes a jueves por la emisora Cultural de Caracas 97.7 FM.

Preguntas Cortas

-A que le teme

A la forma de morir, ¡no sabemos el cómo!

-Una canción

Hay muchas, voy a decir tres ¿puedo?

Una que se llama “Las manos” de Ricardo Aguirre, Caracas de Cesar Prato y Poco a Poco de Aldemaro Romero.

-Una frase que lo represente

Responsabilidad.

-¿Qué música han influido en usted?

La Bossa Nova; en los años 60 mientras la gente escuchaba los Beatles yo estaba oyendo Bossa.

-¿A quién admira?

Aldemaro por supuesto, su música fue la corriente que yo seguí en mi trabajo cotidiano.

-¿Con quién le gustaría trabajar de tener la oportunidad?

Con Iván Linz el compositor de “Magdalena”, una canción que interpreta Elis Regina.


Debo confesar que lo asombroso de Alí Agüero es su tranquilidad para conversar; previo a la entrevista el día entero se había convertido en el “martes 13” de las películas, lluvia sin parar, tropiezos para la comunicación, cantidad de obstáculos que sólo él con su voz y su celestial paciencia hizo olvidar; resolvimos rápidamente, se acercó al micrófono y esperó mis preguntas como esos niños que tienen excelentes notas y no hacen ningún ruido.

Decreto que conversar con Alí es escuchar la suavidad de alguna melodía constante que persuade a cualquiera, recordando las suyas por supuesto.

miércoles, 30 de junio de 2010

Rodrigo Gonsalves: Más que una cara bonita, un artista completo


Comunicador visual, cantante, compositor y guitarrista

Sus amigos dicen que es despistado, le molesta que lo cataloguen de “sex symbol” y sueña con ser recordado por su aporte a la música en Venezuela


Cuando de bandas nacionales se trata, VINILOVERSUS está a la cabeza, siendo una referencia obligada para los fanáticos de la música, especialmente del Indie Rock. Tras el éxito de sus canciones, se esconde Rodrigo Gonsalves, quien es la voz principal y la guitarra de este cuarteto. Un joven de a penas 24 años que afirma que quiere ser recordado como “un artista completo y humilde”.

La primera impresión que se recibe de Rodrigo es una cálida sonrisa y unos brazos abiertos, pidiendo unos minutos para ensayar un par de nuevos temas. El resto del grupo observa y saluda mientras vuelven a acomodarse en sus lugares. Suenan nuevas melodías y la vibra que se siente es potente. Termina el repertorio y el protagonista sale de la casa junto a sus compañeros y se sientan en la acera , de forma tranquila para iniciar la conversación, previo a unas cuantas bromas y risas entre todos que le otorga una sensación de frescura a lo que viene.

Así empezó todo
En el plano circunstancial, Rodrigo representa, actualmente una imagen importante para el público que sigue la música de VINILOVERSUS. Es un tipo sencillo y despistado según lo expresan sus compañeros y él mismo. Dice que llegó “un pelo tarde” al asunto de la música, pues fue a los 14 ó 15 años cuando su primo se compró una guitarra y tuvo su primer contacto el instrumento. Cuenta que su hermano tenía una guitarra pero “yo estaba como muy chiquito para apreciarla de verdad y viendo a mi primo tocando me interesé y ahí comenzó mi contacto con la música”. 

Sus influencias musicales comenzaron con los Beatles a través de su madre quien es fan de la banda de Liverpool. “Roro”, como le dicen sus amigos, dice que fue víctima del pop y de toda esa “mala música que escuchas cuando no tienes a nadie que te guíe” y tenía discos de todo tipo.

Luego de ese primer contacto a través de la guitarra de su primo, Rodrigo relata que se compró un bajo y empezó su carrera musical con este instrumento: “era malísimo”, afirma. “Tocaba en una banda que se llamaba “Autofónica” con amigos del colegio y era algo muy ingenuo, muy inocente y fue ahí donde comencé y donde recibí mis primeros trancazos”. En este punto comenzó la carrera de Rodrigo como músico.

Influencias musicales: Rodrigo educó sus oídos
El artista explica que siempre ha escuchado música de todo tipo, pero cuando se empezó a enfocar en el tipo de música que le gustaba, que en este caso es el rock n’ roll, se quedó enganchado con Nirvana: “Soy un típico cliché. Tuve mi época donde el artista que me llegó fue Kurt Cobain. Por supuesto, después comencé a compartir con otros músicos y me enteré de muchísimas otras bandas y me enseñaron el “a b c” de la música".

De los quince en adelante, escuchó desde Led Zeppelin, Jimmi Hendrix y muchos de los artistas clásicos, hasta Chuck Berry. Recuerda que indagó con muchísima más profundidad sobre los Beatles, aunado a la experiencia de tocar en vivo con otros músicos. De esta manera se refleja la influencia que hoy en día se ve marcada en el trabajo de VINILOVERSUS.

100% Humanista: Comunicador visual y músico 
Rodrigo narra que luego de graduarse de bachiller pasó un tiempo sin saber lo que quería estudiar: “No tengo ni un pelo de matemático, ni químico, ni físico. Sabía que la música iba a ser parte de mi vida en ese momento. No estaba completamente convencido pero sabía que quería indagar en lo artístico con una carrera humanística". Finalmente, tomó la decisión de estudiar algo que pudiera estar ligado al arte que hace, “otro tipo de arte que lo puedo aplicar con VINILOVERSUS”.

El joven músico comenta que haber estudiado Comunicación Visual fue una decisión correcta porque le ha dado herramientas para poder producir arte tanto para VINILOVERSUS como para la agrupación venezolana Los Mesoneros, a quienes Rodrigo les diseñó hace un tiempo el vestuario que utilizan los chicos para sus presentaciones en vivo, combinando un efecto visual con luces de neón. 

 Los mesoneros

Su familia siempre lo ha apoyado desde el principio, “ellos querían que estudiara, lo que  quisiera pero que estudiara y lo ligué así a  VINILOVERSUS”. Un ejemplo en el cual Rodrigo ha combinado su carrera profesional con la musical recae en que participó como co - director del video musical "Las Historias son Mortales" junto con el fotógrafo Basil Faucher, a quien conoció estudiando comunicación visual. “Basil Faucher hoy en día es un gran fotógrafo que nosotros respetamos muchísimo”.

La decisión de haber escogido esa carrera ha tenido bastante coherencia en la vida de este artista según lo sostiene él mismo, que conjuga la comunicación visual, el diseño  gráfico, la música y el arte que hace con su banda.

Y llegó VINILOVERSUS
Es inevitable incluir el papel que juega actualmente VINILOVERSUS en la vida de Rodrigo, quien se toma su tiempo y explica con detalles que al graduarse del colegio, la agrupación  a la cual pertenecía, “Autofónica”, conformada con sus amigos del colegio se separó: “yo pensé que era el fin del mundo”, pero continuó su camino y cuenta que su mejor amiga, quien reside en Argentina, lo enseñó a tocar guitarra e inmediatamente recomienda a “Kausal”, banda a la cual pertenece ella. Los amigos de “Roro” se fueron del país y él se quedó solo a comenzar desde cero tocando bajo y sin saber mucho de guitarra, pasando un año en el cual se dedicó a componer canciones.





Luego de este tiempo, “me conseguí a este amiguito acá”, aproximándose a Adrián Salas, bajista de la banda, mientras rememoraba el momento en el cual se conocieron: “Probé con mucha gente y nunca funcionó hasta que mi profesor particular de matemática, física y química en bachillerato, Alexis Leal,  me dijo que conocía a un chamo que tocaba bajo y que estaba muy interesado en formar una banda al igual que yo y me dio el número. Casualmente Adrián y yo nos conseguimos en una fiesta y empezamos a hablar y nos dimos cuenta que compartíamos muchas influencias de bandas, muchísimas cosas en común y ahí nos comenzamos a reunir como un proyecto acústico de una guitarra y un bajo”. Para este momento, Rodrigo ya tocaba guitarra, instrumento que lo acompaña desde entonces. Se la compró año y medio antes de comenzar este proyecto y venía tomando clases de manera autodidacta.

"Yo para ese momento ya estaba tocando guitarra, la compré como año  y medio antes de empezar este proyecto, confesando que nunca tomó muchas clases para aprender a manejar este instrumento. De esta forma tocaba con Adrián y ahí comenzó VINILOVERSUS.


Con licencia para crear
En la banda todos componen la música, “unos más que otros pero tratamos de motivarnos todos porque cuatro cerebros piensan más que uno”. Pero cuando se trata de las letras, considerando que Rodrigo es la voz principal, le dan cierta libertad para crear  y hacer las canciones de la agrupación. “La mayoría de las letras han fluido de manera natural”, sin embargo, en el primer disco hay un par de temas que escribió junto a Adrián. “Por lo general la música la hacemos entre todos y lo que son las letras, ellos dejan que yo me encargue de eso. Supongo que confían en mi y tengo ese permiso”.

A la hora de componer, Rodrigo señala que tiene varias reglas, una de ellas es “tratar de no tener miedo de decir algo que de pronto pueda sonar fuerte, trato de no sonar cursi a pesar de que mucha gente piensa que tengo canciones cursis”. Este músico hace que las canciones sean sencillas pero a la vez que sean reales, “esa es mi filosofía, cuando escribo, por ejemplo, trato que sean letras con la que la gente pueda conectarse y que no sean cualquier cosa nada más para acompañar una canción con voz, yo trato de no hacer eso, de meterle cabeza a las letras, que dejen un mensaje, que te dejen pensando algo, bien sea de una relación o una situación de vida”.

Rodrigo se inspira en experiencias propias y también inventadas. Explica que ha mentido en sus letras sobre cosas que nunca me le han pasado pero dice que es interesante e importante porque, como compositor, se sale de su “zona de confort” y escribe sobre temas que no son parte de su vida pero que representan un problema para la sociedad u otras personas permitiendo una conexión más estrecha con el público.

La familia, su gran apoyo
Cuando se le menciona a sus seres queridos, rápidamente Rodrigo cambia y dice con sentido de admiración: “Mi familia es increíble”. El artista se traslada hasta el principio de su carrera, contando que, como todos los padres, se asustaron con el tema de la música, sin embargo “yo no puedo quejarme de mis padres, recibí un apoyo increíble de ellos al igual que mis hermanos, primos…” Toda la familia está con la banda y le causa gran satisfacción ver ese apoyo y el trato que la familia le da a la carrera musical de Rodrigo, van a los toques y recuerda que todo el tiempo están pendientes cuando sale algo en una revista, un periódico.

El joven músico dice estar en un punto bastante cómodo en su vida y “creo que esto es una gran virtud y un gran regalo de Dios estar bien con tu familia y tener ese apoyo para poder seguir adelante como artista considerando que tener este trabajo es difícil”. Cierra su respuesta diciendo con mucha seriedad que sus seres queridos son todo en su vida y no sería nada sin ellos.

Cara bonita pero nada de “Sex Symbol”
Sin terminar de mencionarle el asunto de su faceta preestablecida por algunos medios como “sex symbol”, Rodrigo niega con la cabeza mientras que, previamente sus compañeros de la banda bromeaban sobre la carrera de “modelo” de Roro que, entre risas, parece ser un tema que trata de tomárselo a la ligera porque no le gusta que lo vean de esa forma. 


Responde con seriedad explicando que “eso me parece medio ridículo, como un faranduleo caraqueño, súper estúpido, súper banal y súper plástico. Es el típico cliché de valorar algo por las razones equivocadas, supongo”. También agrega que le parecería narcisista si dijera que él se considera como tal, está consciente de que es un gran halago pero trata de no prestarle mucha atención a eso y mantiene los pies en la tierra. “Al final de todo nadie supiera quién soy yo si no tuviera esta banda. El mérito es de los cuatro, no mío solamente”.

Quiere vivir para siempre a través de su música
Rodrigo se sorprende ante la pregunta final: ¿Cómo quisieras que te recordaran?, ¿Qué legado te gustaría dejar? “¡Wow, qué buena pregunta! Nunca me la habían hecho”. Cuenta que tiene algo entre ceja y ceja todos los días y lo explica a través de una anécdota. “Cuando empecé a escribir el segundo disco, tuve más contacto en mi vida con lo que es la muerte y creo que cuando gente cercana a ti se te muere, uno empieza a concientizar realmente que la juventud no es para siempre y que la vida tiene un fin y cuando yo pienso en esta banda y en lo que hemos logrado, pienso que todavía no ha pasado absolutamente nada, sin embargo dejamos cierta huella en lo que es la escena nacional pero a nivel personal yo quisiera contribuir a la música en Venezuela, convertirme en un artista no consagrado ni adorado, simplemente un artista respetado y que sea recordado”.


El músico reflexiona sobre el tema, expresando compromiso por lo que hace, responsabilidad y amor a este arte: “lo que más me importa es dejar un repertorio de música y canciones con la que la gente se pueda conectar. Yo siento que la gente vive para siempre cuando deja material plasmado, bien seas William Shakespeare, Cerati o quien seas, algo que tus nietos puedan ver y tener un contacto directo a través de eso”.

Finaliza con ideas que reflejan su pasión por este mundo, añadiendo que “la música es impresionante porque no muere, la música siempre continúa, prueba que tú estás ahí. Esa es mi meta de vida, dejar muchas canciones, en este momento, por lo menos. Cuando tenga hijos algún día, supongo que mi meta será ser un buen padre, pero en este momento es ser un artista completo, un artista humilde y contribuir con el repertorio que Venezuela ya tiene”.


Fotografía: Tomada de la página de Facebook Oficial de VINILOVERSUS
Grace Colmenares