viernes, 1 de febrero de 2013

¿Se puede ganar perdiendo?


              Las mayorías numéricas no siempre tienen la última palabra
      ¿Se puede ganar perdiendo?













“A veces perdiendo también se gana”. El conocido refrán popular que a veces tiene más sentido en la teoría que en la práctica. Todo aquel que participa en una carrera, competencia o concurso busca siempre ganar. Lo mismo ocurre en las elecciones de cargos políticos a todos los niveles. Pero ¿está todo perdido incluso cuando no se resulta triunfador?

Por Andrea Rodríguez Panagiotopoulos



El foro “La política venezolana y la construcción de mayorías más allá de lo electoral” surge como alternativa a los resultados de las elecciones presidenciales del 7 de octubre, en las que resultó reelecto el actual presidente de la República, Hugo Chávez.

Con 7 millones 444 mil 62 votos (54,42%) Chávez resultó el gran vencedor de la jornada. A pesar de que ganó espacio en algunos Estados, perdió en otros. El excandidato Henrique Capriles Radonski, actual gobernador de Miranda, se alzó con 6 millones 151 mil 544 (44,97%) de los votos totales.

Según como se le quiera ver, la diferencia fue cerrada o apabullante. Pero ninguna de estas visiones niega el hecho de que Hugo Chávez gobernará por, al menos, seis años más. Ante este escenario cabe preguntarse: ¿es posible construir mayorías más allá del plano electoral?

Es justamente la interrogante que el foro “La política venezolana y la construcción de mayorías más allá de lo electoral”, realizado en la Universidad Católica Andrés Bello (UCAB) el 13 y 14 de noviembre buscó responder.





















Primer panel del foro: Enrique Alí González, Michelle Ascencio, Ana Teresa Torres y Arturo Peraza


Casualidad y causalidad

Una primera aproximación a la respuesta de esta interrogante sería analizar las características del líder reinante. No es exactamente casual que lleve ya 14 años de gobierno –y contando- sino es más bien algo causal.




















Foto: Prodavinci

Chávez no soy yo, Chávez son ustedes, somos todos. Ya no soy yo. En verdad Chávez es un pueblo, es un concepto: el chavismo”. 

En algunos pueblos del interior del país, niñas y jóvenes misioneras han podido presenciar como en una que otra escuela se intenta colocar a Chávez por encima de Dios o, en su defecto, como un Dios distinto. Enmarcadas en un grueso libro rojo se encuentran algunas “oraciones” que se le ofrecen a esta deidad político-urbana.

Asimismo, también en estas escuelas, se da el caso en que una maestra pide a sus infantes alumnos que cierren los ojos, al tiempo que colocan los brazos extendidos y las palmas de las manos abiertas sobre el pupitre. Mientras esto sucede preguntan “abran los ojos ¿Dios les da caramelos?”. Los niños responden a coro “no”. Cierran los ojos nuevamente y repiten el procedimiento, pero esta vez la pregunta es “¿Chávez les da caramelos?”. Entonces, la maestra coloca caramelos en las manos inocentes de sus pupilos, acto seguido del cual los niños abren los ojos y con una gran sonrisa exclaman gritado un “sí”.

Anécdotas de este estilo recuerdan al adoctrinamiento del régimen cubano, escudado detrás de la revolución. Pero en palabras de Michelle Ascencio, “el presidente es un líder carismático, militarista y populista, pero no religioso”, muy al contrario de lo que otros piensan. Luego de la serie de manifestaciones en apoyo a la recuperación del cáncer que actualmente padece, una parte de los venezolanos ha sido testigo y partícipe de adoraciones, rezos e infinidad de ritos dirigidos al Presidente. Inclusive, en las calles del país se han podido apreciar frases que pintan las paredes de un “con Chávez todo, sin Chávez plomo”, o “primero Dios y después mi comandante”.



















Chávez mesiánico

La euforia que produce en sus alocuciones públicas es, ciertamente, abrumadora y comparable a la de un Dios. Lágrimas, gritos desenfrenados, saltos frenéticos, desmayos y hasta rituales paganos protagonizados por su imagen. 

















El presidente ha logrado consolidarse como una figura paterna –o sustituta- para muchos venezolanos. A través de ella, “papá Estado” reivindica a los olvidados, ayuda a los necesitados y castiga a los acaudalados. Apoya financieramente a la niña que se embarazó de manera precoz, enseña a leer al anciano pobre que nunca se mantuvo en el sistema educativo escolar regular, premia con un pago fijo cada mes al que está preso y da casa al forajido damnificado.

Pareciera ser, entonces, un Robin Hood urbano que todo lo puede y que ha llegado para quedarse, restableciendo un “orden natural” de las cosas. El terreno de la subjetividad y lo abstracto ha jugado a su favor casi desde el comienzo, siendo una de sus principales armas. Tal como explica Ana Teresa Torres, los efectos son intangibles, pero su vehículo es perfectamente visible y asible: el discurso.

El lenguaje puede llegar a ser mucho más poderoso que lo que ven los ojos. Una promesa que flota en el aire y está lejana, pero que con las palabras se la trae a tierra, siempre jugará a favor del líder. Más aún si es algo a lo que se hace referencia constante, y se orquestan esfuerzos para hacer ver que es realizable.














  
Más allá de los números

Conociendo, entonces, las distintas posturas sobre la naturaleza del líder escogido por mayoría es posible decir que sí existen otras mayorías. La mayoría que quiere seguridad al salir a la calle, tranquilidad al regresar a casa de noche, justicia y castigo a los actores de delincuencia. Una mayoría que no se mide en un 10% de diferencia electoral, sino en las calles de Venezuela.

El 7 de octubre fue una fecha de valiosos aprendizajes –para ambas toldas políticas-. Analizando los resultados, en términos más allá de los numéricos, existen dos fuerzas que casi pudieran llamarse “mayoritarias”. A pesar de que son casi completamente antagónicas, tiene muchos puntos en común, desde aquellos más fundamentales y obvios como la nacionalidad, idioma y territorio que nos une, hasta los anhelos y exigencias a los administradores de eso llamado Estado. Entre Estado y Gobierno existe una línea diferencial que cada vez es más difusa y hace que parezcan la misma cosa. Pero es necesario entender que el Gobierno es, simplemente, el administrador designado temporalmente para administrar el Estado.

Entendiendo esto, se puede decir que hay acciones y políticas que deben prevalecer más allá de un funcionario, un Ministro o un Presidente. La bipolaridad política de Venezuela debe aprender a reconciliarse con lo que es realmente importante: aprender a convivir, desde las diferencias y hacia las semejanzas.



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