Las mayorías numéricas
no siempre tienen la última palabra
¿Se
puede ganar perdiendo?
“A veces perdiendo también se gana”. El
conocido refrán popular que a veces tiene más sentido en la teoría que en la
práctica. Todo aquel que participa en una carrera, competencia o concurso busca
siempre ganar. Lo mismo ocurre en las elecciones de cargos políticos a todos
los niveles. Pero ¿está todo perdido incluso cuando no se resulta triunfador?
Por
Andrea Rodríguez Panagiotopoulos
El
foro “La política venezolana y la construcción de mayorías más allá de lo
electoral” surge como alternativa a los resultados de las elecciones
presidenciales del 7 de octubre, en las que resultó reelecto el actual
presidente de la República, Hugo Chávez.
Con 7 millones 444 mil 62 votos (54,42%) Chávez
resultó el gran vencedor de la jornada. A pesar de que ganó espacio en algunos
Estados, perdió en otros. El excandidato Henrique Capriles Radonski, actual
gobernador de Miranda, se alzó con 6 millones 151 mil 544 (44,97%) de los votos
totales.
Según como se le quiera ver, la diferencia fue
cerrada o apabullante. Pero ninguna de estas visiones niega el hecho de que
Hugo Chávez gobernará por, al menos, seis años más. Ante este escenario cabe
preguntarse: ¿es posible construir mayorías más allá del plano electoral?
Primer panel del foro: Enrique Alí González, Michelle Ascencio, Ana
Teresa Torres y Arturo Peraza
Casualidad y causalidad
Una primera aproximación a
la respuesta de esta interrogante sería analizar las características del líder
reinante. No es exactamente casual que lleve ya 14 años de gobierno –y
contando- sino es más bien algo causal.
Foto: Prodavinci
“Chávez no soy yo, Chávez son ustedes, somos todos. Ya no
soy yo. En verdad Chávez es un pueblo, es un concepto: el chavismo”.
En
algunos pueblos del interior del país, niñas y jóvenes misioneras han podido
presenciar como en una que otra escuela se intenta colocar a Chávez por encima
de Dios o, en su defecto, como un Dios distinto. Enmarcadas en un grueso libro
rojo se encuentran algunas “oraciones” que se le ofrecen a esta deidad
político-urbana.
Asimismo,
también en estas escuelas, se da el caso en que una maestra pide a sus infantes
alumnos que cierren los ojos, al tiempo que colocan los brazos extendidos y las
palmas de las manos abiertas sobre el pupitre. Mientras esto sucede preguntan
“abran los ojos ¿Dios les da caramelos?”. Los niños responden a coro “no”.
Cierran los ojos nuevamente y repiten el procedimiento, pero esta vez la
pregunta es “¿Chávez les da caramelos?”. Entonces, la maestra coloca caramelos
en las manos inocentes de sus pupilos, acto seguido del cual los niños abren
los ojos y con una gran sonrisa exclaman gritado un “sí”.
Chávez mesiánico
La
euforia que produce en sus alocuciones públicas es, ciertamente, abrumadora y
comparable a la de un Dios. Lágrimas, gritos desenfrenados, saltos frenéticos,
desmayos y hasta rituales paganos protagonizados por su imagen.
Foto: www.chavez.org
El
presidente ha logrado consolidarse como una figura paterna –o sustituta- para
muchos venezolanos. A través de ella, “papá Estado” reivindica a los olvidados,
ayuda a los necesitados y castiga a los acaudalados. Apoya financieramente a la
niña que se embarazó de manera precoz, enseña a leer al anciano pobre que nunca
se mantuvo en el sistema educativo escolar regular, premia con un pago fijo
cada mes al que está preso y da casa al forajido damnificado.
Pareciera
ser, entonces, un Robin Hood urbano que todo lo puede y que ha llegado para
quedarse, restableciendo un “orden natural” de las cosas. El terreno de la
subjetividad y lo abstracto ha jugado a su favor casi desde el comienzo, siendo
una de sus principales armas. Tal como explica Ana Teresa Torres, los efectos
son intangibles, pero su vehículo es perfectamente visible y asible: el
discurso.
El
lenguaje puede llegar a ser mucho más poderoso que lo que ven los ojos. Una
promesa que flota en el aire y está lejana, pero que con las palabras se la
trae a tierra, siempre jugará a favor del líder. Más aún si es algo a lo que se
hace referencia constante, y se orquestan esfuerzos para hacer ver que es
realizable.
Foto: www.elcomercio.com/mundo
Más allá de los
números
Conociendo,
entonces, las distintas posturas sobre la naturaleza del líder escogido por
mayoría es posible decir que sí existen otras mayorías. La mayoría que quiere
seguridad al salir a la calle, tranquilidad al regresar a casa de noche,
justicia y castigo a los actores de delincuencia. Una mayoría que no se mide en
un 10% de diferencia electoral, sino en las calles de Venezuela.
El
7 de octubre fue una fecha de valiosos aprendizajes –para ambas toldas
políticas-. Analizando los resultados, en términos más allá de los numéricos,
existen dos fuerzas que casi pudieran llamarse “mayoritarias”. A pesar de que
son casi completamente antagónicas, tiene muchos puntos en común, desde
aquellos más fundamentales y obvios como la nacionalidad, idioma y territorio
que nos une, hasta los anhelos y exigencias a los administradores de eso
llamado Estado. Entre Estado y Gobierno existe una línea diferencial que cada
vez es más difusa y hace que parezcan la misma cosa. Pero es necesario entender
que el Gobierno es, simplemente, el administrador designado temporalmente para
administrar el Estado.
Entendiendo
esto, se puede decir que hay acciones y políticas que deben prevalecer más allá
de un funcionario, un Ministro o un Presidente. La bipolaridad política de
Venezuela debe aprender a reconciliarse con lo que es realmente importante:
aprender a convivir, desde las diferencias y hacia las semejanzas.
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